Este año no estaba demasiado motivado
para participar en la San Silvestre. Creo que es el primer año que
fallo desde que hace ya unos cuantos se convirtió en mi puerta de
entrada en la nueva vida de corredor. De todas formas no estaba
dispuesto a terminar el año sin salir a correr una vez más, así
que esta mañana me calcé mis zapatillas, me abrigué un poco (la
temperatura era de -2ºC) y salí a correr sin mucho criterio, sin un
objetivo concreto, solo disfrutar de una fría y soleada mañana. Un
momento ideal para reflexionar y hacer balance del año. No ha sido
un año fácil, sobre todo en su último tramo, en el que he sentido
y sufrido el autentico significado de la palabra huérfano. Pero la
vida es así y no tengo nada que reprocharle, hemos tenido un montón
de momentos perfectos y de sucesos extraordinarios, algunos los he
aprovechado y otros han pasado de puntillas. Mi madre tuvo una larga
vida, llena de malos y de buenos momentos, tengo la sensación de
que, al final, fueron más los buenos, y eso me reconforta. En lo
deportivo, lo más relevante, ese gran susto que me mantuvo durante
meses con el corazón encogido. Pero bueno, no puedo quejarme, las
grandes perdidas son llevaderas con ese pequeño ejercito, soldados de Salamina, de amigos y
familiares que están ahí, para lo que uno necesite. Feliz año
nuevo.